domingo, 14 de junio de 2009


BALADA PARA EL NÚMERO TRES


Con alarmante frecuencia, alguna discusión en la sobremesa de las pizzerías concluye con la franca atribución de culpas y responsabilidades por los tropezones propios, a terceros no siempre involucrados.
Si bien las macanas de quienes nos conducen hacia un futuro venturoso (que deviene en venturoso al ser siempre futuro) sobrepasan holgadamente cualquier meritorio esfuerzo individual, las cosas no son exactamente así.
Amores contrariados, negocios fallidos, derrotas deportivas, son achacados a las influencias de algún otro, y jamás a la propia ineficiencia, falta de oportunidad, o ignorancia.
Esta manía sobrepasa con creces la proyección psicológica que nuestro terapeuta (si es eficiente), gentilmente saca a relucir para abortar los mezquinos intentos perpetrados para borrarse de la propia neurosis.
Porque, y ya es hora de denunciarlo con valentía, el tipo es un consuetudinario divisor por dos.
El universo se expande a la velocidad de la luz, mientras el sujeto mira las Tres Marías sintiéndose espectador, pero nunca parte.
Los políticos se roban los dineros públicos, y el fulano indignado sigue trepando hacia el lugar de la supuesta impunidad.
El siglo XXI cumple diez años, mientras nos queda menos por vivir.
El nene no me come, el jefe no me quiere, fulano me cagó.
El asunto no es patrimonio exclusivo de los habitantes del barrio, pero dejaremos para otro momento comentar los argumentos de los mercaderes, tales como que la contaminación del aire o el espesor de la capa de ozono obedecen al uso de desodorantes en aerosol. La diferencia parece ser que en ese caso se trata de intereses, y en lo que nos ocupa, mero desinterés o pereza.
Los números, como las palabras, dejan de ser mecanismos de comunicación de ideas para transformarse en vanos intentos de eficacia discutible para ocultar lo insoportable.
Un trasnochado de la generación del setenta, que entre otras irregularidades detentaba el pensamiento, propuso luchar contra lo que denominaba la magia del número tres. Era falaz proclamar que existían tres posibles variantes del razonamiento político: ser progresista, ser conservador, ser moderado. O se era revolucionario, o no se era nada.
Y ahora, a la sombra de demasiados cadáveres, en un milenio incierto pero globalizado y por Internet, quien esto escribe sospecha que la disputa sigue siendo una cuestión numérica, y postula una nueva falacia numérica y evitadora.
Existen tres bandos perfectamente identificados: estamos irremisiblemente divididos en poderosos, resignados, y pelotudos.
Pececitos de colores para todos ellos.
Buenas Tardes.

© 2009 JAVIER PRIVAT
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