domingo, 15 de febrero de 2009

LA ESCUELA IDEAL

NI EL GATO

(Apuntes para terminar de una buena vez con la Escuela Ideal)

Es muy probable que usted, en alguna oportunidad, haya sido visitado por el perverso fantasma de la Escuela Ideal. Generalmente sucede en el momento en que se siente una bestia porque tuvo ganas de ensartar a ese alumno - que además es hijo de su compañera de trabajo- con la parker 51 que le queda de recuerdo de su mamá maestra.
O tal vez estaba tirado al sol en Mar Azul a mitad del verano, buscando posibilidades para la (impresentable) maestra de música, o nuevas opciones al ábaco.
En ese momento la utopía nos habita: si todos los niños tuvieran una notebook; si la mamá de Fulanito no fuese prostituta ; si el padre no estuviese preso... Si los docentes fuesen universitarios, si tuvieran más paciencia, si ganaran más, si estuviesen contentos con su trabajo... Alguien dijo (si recuerdan quién, avisen) : "El hombre que hoy sería, si no hubiese sido el niño que fui." Y, lamentablemente, soy el docente que soy seguramente por el alumno que he sido.
En algún centro de estudios de Estados Unidos, una investigación alrededor de esa correlación entre lo que fuimos y lo que somos, sostiene que se sabe con exactitud que todos los niños nerds que tuvieron una hermosa familia que reza y financia los estudios, hoy son abogados y odontólogos.
Y que todos los niños nerds que fueron huérfanos o abandonados hoy son colectiveros o mecánicos. Mismo masoquismo infantil, igual sadismo adulto. Si ese niño hubiese tenido una familia que bancara, ¿quién sería hoy?
Aquel alumno de mirada esquiva, que hablaba entre dientes, hoy tiene la chapa patente de su auto semicubierta con un cable que desfigura las letras, o se dedicó a abollarla con tanto esmero que cualquier letra puede ser confundida con una ideograma mongol del sigloXIII.
Ese conductor que circula valientemente por las calles de la ciudad con la chapa limpia y legible, haciéndose cargo del riesgo de una multa ante la primera infracciòn: ¿fue el abanderado de la escuela?.
Señores! Dejémosnos de boludeces. Si mi abuelita tuviese ruedas, deciamos en el barrio, sería un camión.
Lo mejor para la salud mental de nuestra poblaciòn docente es asumir la realidad tal cual llega y sin culpa. Si queremos pisarla, gambetearla, cabecearla...bien, pero es lo que hay.
Después de todo, y para acabar con el mito de una buena vez por todas: el niño ideal es el que duerme, la maestra ideal es la jubilada, el padre ideal es el ausente.
Y la escuela ideal es en enero: sin chicos, ni maestros, ni padres, ni porteros. Ni el gato, vió Doña?