jueves, 9 de julio de 2009

AVENTURAS DEL ESTÚPIDO DR. SALK


ALGUNOS DETALLES DE

UN ATAQUE DE MELANCOLÍA


En la Argentina las epidemias de polio se desataron en 1952 y en 1956 – (9.200 casos, 3,3 % de mortalidad, importantes secuelas nerviosas y motoras en la mayoría de los sobrevivientes) cuando la vacuna Salk aun no había llegado.
Como se desconocía el origen de la enfermedad y el modo de transmisión, la población argentina se limitaba a modo de prevención, a pintar con cal los árboles y cordones de las calles de cada pueblo y ciudad o a colgar del cuello de los escolares una bolsita con alcanfor, con la creencia de que esta sustancia evitaba el contagio.

El 13 de marzo de 1953 Jonas Salk decidió inocularse la primera vacuna antipolio que acababa de inventar. Fue todo un éxito.
Salk donó el descubrimiento y el método para producir la vacuna. "No hay patente. ¿Acaso alguien podría patentar el Sol?", le dijo a los periodistas.

Pese a aquel gigantesco paso en bien de la humanidad, muchos de sus colegas no encontraron méritos suficientes para destacar a Salk. Por el contrario, aquellos científicos llegaron a considerar que el vencedor de la polio había recibido más elogios de los que merecía. Nunca le dieron el Premio Nobel. Ni lo incorporaron a la Academia Nacional de Ciencias de su país. Muchos de sus colegas, por el contrario, no le perdonaban salir en las tapas de las revistas Life o Time.
En estos días, la gripe porcina es pandemia y discutimos estadísticas.
Se la combate con zanamivir (Relenza, Glaxo Wellcome, London, United Kingdom), y el oseltamivir (Tamiflu, F. Hoffman-LaRoche Ltd Pharmaceuticals Division, Basel. Switzerland).
El sol sigue brillando, pero hay patentes.
No se si he sido claro.