lunes, 19 de enero de 2009

MENTE-VIOLENTA-MENTE

CUADRO DE HONOR

Colabora hoy: J.B. de www.sucintosmicrorrelatosbreves.blogspot.com

Un viejo sketch televisivo de los cómicos uruguayos que crearon el inolvidable programa Telecataplúm (hablo de la prehistoria), mostraba a un padre preocupado que recibía un informe lapidario del maestro sobre el pésimo desempeño de su hijo. Terminada la larga lista de inconductas y malas notas, el hombre, en un hilillo de voz le preguntaba al docente: ¿Cómo lo ve al nene para el cuadro de honor?
Un padre cualquiera de las décadas del sesenta y principios de los setenta, luego de pasar el bochorno de escuchar la pobre evaluación verbal que el maestro hiciese de su hijo, es muy posible que, al regresar a su casa, le ordenara a su esposa que llamase al burro de tu hijo, se sacara el cinto y comenzara a aplicarle un castigo inversamente proporcional al nivel de sus calificaciones, al grito de ¡no vas a pasar, tonto de capirote! y cosas peores, que espantarían a un psicopedagogo moderno.
¿Qué ocurre hoy en día?
Muchos padres actuales, debido a la cantidad de trabajos que necesitan para cubrir la canasta básica, no disponen de tiempo como para ocuparse de la formación de su criatura.
Otros, sencillamente no tienen ganas porque están convencidos de que el pibe, o la piba, no están hechos para el estudio, que pretender sacarlos buenos sería como extraer aceite comestible de un ladrillo hueco, y que ya no existe más el cuadro de honor.
Hay un tercer grupo de papás preocupados que, a despecho de su fatiga o desgano, cuando su hijo o hija recibe una mala nota, una amonestación o una crítica del educador, no se quedan apoltronados en sus hogares, bebiendo un aperitivo mientras esperan el comienzo de bailando por un sueño, sino que se calzan una camisa limpia y concurren al establecimiento educativo para escuchar las razones que tuvo el docente para evaluar a su chiquilín/ina como una bestia irredimible.
Estos papis no le pegarán a sus hijos cuando vuelvan a sus casas. Prefieren fajarlo al maestro, injusto castigador de nuestro pobre retoño (o retoña), en la propia escuela y así dar por terminado el asunto.
Más tarde le contarán a su hijo, o hija, de qué manera hizo justicia, llamándolos al fabuloso celular regalado como premio por no se acuerda qué.
Ahora bien, ¿quién está equivocado? ¿El padre que culpa al hijo y le da la razón al maestro, o el padre que culpa al maestro y le da la razón al hijo?
La respuesta cae de madura: la violencia está equivocada.